martes, 25 de octubre de 2011

Un año de la muerte de Kirchner: claves de un punto de inflexión

A partir del 27 de octubre de 2010 el mapa político cambió sustancialmente; cómo se readaptaron la Presidenta, la oposición y otros actores de poder
Por Lucrecia Bullrich | LA NACION
Bisagra. Quiebre. Punto de inflexión. Todo eso fue la muerte de Néstor Kirchner para la política argentina.
Cambió la vida de la Presidenta en su faceta más íntima. También su forma de estar en el poder. Y de ejercerlo, claro. Cambió la vida interna del Gobierno y su manera de vincularse con los principales factores de poder. Cambió el discurso oficial, aunque más en la forma que en el fondo. Cambió el mapa de la oposición: el posicionamiento de sus protagonistas y la relación de fuerzas a su interior.
¿Quién se ocuparía de las múltiples tareas del día a día de la gestión que Kirchner manejaba hasta el último detalle? ¿Quién heredaría el monitoreo permanente y obsesivo de los números de la economía? ¿Quién hablaría con los intendentes y los empresarios? ¿Quién se ocuparía del diálogo con los sindicatos?

Uno de los afiches que primero pobló las calles tras la muerte de Kirchner. Foto: Archivo / LA NACION / Fabián Marelli

Hay un punto en el que, quienes estuvieron cerca de Kirchner, coinciden sin dudar: su capacidad de trabajo y de acumular información eran inagotables. Impactaban a cualquiera. En los hechos, nadie pudo absorber todas las variables de las que se ocupaba el ex presidente y muchas de sus áreas de influencia quedaron vacantes.
Julio De Vido se convirtió en el principal interlocutor con Hugo Moyano. Que la relación entre la Casa Rosada y los gremios no volvería a ser igual quedó claro cuando, primero su hijo Pablo y después el propio jefe de la CGT admitieron que discutir con una mujer no era lo mismo que hacerlo con un hombre, y que el trato con Néstor Kirchner era más fluido y distendido.
También los intendentes perdieron a su principal interlocutor. La ausencia se notó especialmente durante la campaña. Es que el ex presidente había instaurado un mecanismo bien aceitado: los recibía en Olivos, anotaba los fondos y obras que le prometía a cada uno para apuntalar las campañas en sus distritos, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
En los últimos meses, Amado Boudou, Florencio Randazzo y De Vido se disputaron ese lugar. El candidato a vice se reunió con intendentes y recibió reclamos de fondos, pero nunca tuvo (ni buscó) autonomía para tomar decisiones. El ministro del Interior, concentró su influencia en la cuarta, quinta y sexta secciones, donde cuenta con armado propio. El ministro de Planificación anunció varias inversiones millonarias.
Video: La muerte que paralizó al país
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También el reparto de fuerzas hacia dentro del sistema político se modificó sustancialmente. A fines de 2010 se hablaba del kirchnerismo como una fuerza en retirada y la grilla de pre candidatos opositores estaba superpoblada. En el PJ disidente se especulaba con las postulaciones de Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saá, Mario Das Neves, Felipe Solá, Carlos Reutemann. En el radicalismo, Ricardo Alfonsín, Julio Cobos y Ernesto Sanz ya sonaban para la pelea por la presidencia. Desde el centroizquierda se sumaban Hermes Binner y Pino Solanas. En la larga lista también estaba Elisa Carrió.
Aunque la grilla fue depurándose, hasta ese momento se pensaba en un escenario repartido en tercios de cara a 2011. Se vislumbraba que el electorado se repartiría entre un candidato oficialista, uno peronista no kirchnerista y uno surgido de un acuerdo entre socialistas y radicales.
La muerte de Néstor Kirchner demolió aquel esquema tripartito y dejó a la oposición sin su antagonista por excelencia. El paso de los meses dejó claro que buena parte del discurso opositor se había articulado, sobre todo desde 2009, en función del enfrentamiento con Kirchner, mucho más que a partir de la propia propuesta. Un exceso del necesario ingrediente confrontativo de cualquier discurso político que, ante la ausencia del adversario, se vació de contenido.
Como suele ocurrir, la falta de amenaza "externa" potenció las internas en el seno del Gobierno. Con la muerte de Kirchner, nació y se consolidó el "cristinismo", los nuevos "halcones" de la Presidenta. Los exponentes de esa nueva vertiente kirchnerista (Boudou y Juan Manuel Abal Medina, entre otros) y no tardaron en enfrentarse con la "vieja guardia", más identificada con el legado, los modos y las prioridades del santacruceño.

Muestras de afecto frente a la Casa Rosada el 27 de octubre de 2010. Foto: Archivo / LA NACION / Hernán Zenteno

Al surgimiento de esta nueva facción se sumó el empoderamiento de La Cámpora. La agrupación de Máximo Kirchner convirtió la muerte del ex presidente en una suerte de piedra de refundación y su figura en ícono y sinónimo de la reincorporación de la juventud a la militancia política.
La influencia creciente de La Cámpora no se limitó a la presencia en actos oficialistas. Jóvenes, y no tanto, de la agrupación ganaron espacio y cargos rentados en áreas clave del Estado como Aerolíneas Argentinas, junto con el manejo de la aviación civil, la Anses y en directorios los directorios de Aluar y Techint, entre otras empresas.
Huellas hondas de una ausencia que monopolizó la política del último año. Y que la cambió para siempre..

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