domingo, 29 de abril de 2012

es hora de que los pueblos expulsen a estos parasitos


La monarquía, en apuros
El ocaso del rey, otra pesadilla para España
Por primera vez desde la reinstauración de los Borbones en el trono, se escuchan fuertes cuestionamientos a la necesidad de reconsiderar la vigencia de una costosa monarquía
Por Adrián Sack  | Para LA NACION




MADRID.- El reinado de Juan Carlos I lleva ya 36 años, pero concentró todos los escándalos posibles en el último semestre. Un yerno imputado por apropiarse de dinero público; una ridícula y frívola cacería de elefantes en el momento más crudo de la crisis española; el evidente distanciamiento definitivo de su esposa, la reina Sofía, y la aparición de una supuesta amante 28 años menor se confabularon para ametrallar, en tiempo récord, su bien ganado prestigio como estadista y representante intachable de la virtud española.
Ni siquiera la imagen del rey al borde de las lágrimas -y del colapso- en un inusual pedido público de disculpas por escaparse, en forma inoportuna, de su país pareció alcanzar para calmar los ánimos de una población sometida al ajuste social más duro de su historia reciente. No hubo descanso entre los escándalos. Un par de días después del arrepentimiento televisado, la entrada en escena de su presunto affaire real con la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittengenstein volvió a pisotear su fresca imagen de hombre contrito y a poner, otra vez, al juancarlismo en un camino hacia el ocaso, que, a sus 74 años, ya parece irreversible.
Pero la paciencia no sólo se habría empezado a acabar para Juan Carlos I.
Por primera vez desde el regreso de la democracia -y de la reinstauración de los Borbones en el trono, en 1975- se escuchan fuertes cuestionamientos a la necesidad de reconsiderar la vigencia de una costosa monarquía. Y, también por primera vez, la hasta hace poco intocable corona española se mostró dispuesta a hacer más transparente su manejo administrativo y a replantear su papel en la sociedad para poder así sobrevivir más allá de la existencia del primer jefe de Estado democrático.
El reto popular ya fue planteado y acatado por la máxima autoridad de España: o la monarquía se renueva y se esfuerza por acercar en los hechos a la realeza con la realidad, o se resigna a anunciar su propia muerte.
El declive ya se comenzó a apreciar en la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), cuando despuntaba el llamado "caso Urdangarín", por el que el duque de Palma y esposo de la hija del rey, la infanta Elena, fue acusado de malversar cerca de seis millones de euros de las arcas estatales. En ese estudio, la monarquía obtuvo una nota de 4,89 sobre 10, que denotaba el menor apoyo popular en las últimas cuatro décadas.
A falta de nuevos sondeos posteriores a la irrupción de Corinna, el termómetro del comportamiento real se trasladó al Parlamento, donde Cayo Lara, el líder de la tercera fuerza política del país, la Izquierda Unida (IU), alzó la voz contra el sentido de mantener a una monarquía en el siglo XXI.
"No podemos tener un jefe de Estado permanente con total impunidad ni entendemos que alguien por el hecho de ser «hijo de» tenga que ser jefe de un Estado. ¿Y si sale tonto? ¿Tenemos que cargar con un jefe de Estado tonto?", se preguntó Lara.
Sin embargo, especialistas consultados por LA NACION coinciden en que la crisis de la corona es "coyuntural" y que la continuidad de la monarquía parlamentaria está asegurada.
 Foto: Archivo
"Sería absurdo que el reinado de don Juan Carlos entrara en crisis por una cacería, cuando el rey contribuyó a traer la democracia, la defendió en un golpe de Estado, y propició la etapa más larga de paz civil, libertad y progreso de la historia de España", señala la corresponsal del diario conservador ABC en la Casa del Rey, Almudena Martínez-Fornés.
Por su parte, el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Juan Carlos Gavara cree que la crisis que golpea a la corona "pasará" y no afectará su supervivencia. "A pesar de todo, la monarquía es la institución mejor valorada tradicionalmente, en cuanto a su funcionamiento. Hubo problemas coyunturales. La corona tiene en Juan Carlos a un rey seguro de sí mismo, que por ahora no contempla la posibilidad de abdicar", explica.
Sin embargo, una fuente que mantiene contacto diario con el Palacio de la Zarzuela, y que pidió mantener su identidad bajo reserva, percibe un importante deterioro en la consideración social hacia la corona. "La familia real ha estado acostumbrada por muchos años a tener una vida con mucho respeto por parte de los medios. Pero, tras los escándalos, la burbuja se rompió, y ya recibe un trato similar al que tiene, por ejemplo, el gobierno. Ahora se habla del rey y los suyos como se hace en Gran Bretaña con la reina. Y eso, en España, antes nunca había ocurrido", dice.
En cambio, Gavara cree que este descenso del rey al llano de la opinión pública nunca será completo. "El rey tiene inmunidad política total, y no está sometido al poder político. Para cambiar esto, habría que abolir la monarquía y reemplazarla por una república, porque, por definición, el rey es incontrolable. Aunque este cambio no se va a llevar a cabo", afirma.
La escapada del rey a Botswana, que llegó a opacar el incidente de su triple rotura de cadera, fue el disparador del penúltimo escándalo real. Pero, para una de las fuentes consultadas, también una acción justificada en la "importancia" de su tarea como lobbista en favor de España.
"La cacería es una actividad propia de las elites en las que se mueve Juan Carlos. Si se quiere un rey que no tenga relaciones sociales, entonces habría que poner a un cura", dice la fuente, que también destaca la "fundamental influencia" que tuvo la actividad del rey en muchos acuerdos conseguidos para su país. "En los últimos meses, nos quedamos sin petróleo de Irán, y sufrimos la confiscación de Repsol-YPF en la Argentina. Es ahora cuando más se valoran los negocios petroleros hechos por el rey en Arabia Saudita", explica.
La crisis de imagen del rey hizo posar la lupa sobre la imagen de su sucesor natural, el príncipe Felipe, en quien se depositan las esperanzas de la renovación de la corona. "Pero el rey es el primero que no quiere abdicar, no está decidido a dejar la jefatura del Estado mientras físicamente pueda", dice la fuente de la Zarzuela.
Según Gavara, el perfil del heredero sí mostrará otra cara de España. "La de Felipe será una monarquía nórdica y fría, de mayor relación con los políticos que con los poderosos. Aunque no por eso será, necesariamente, más útil", concluye.
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