domingo, 22 de abril de 2012


figura en ascenso
El discurso Kicillof: irreverente y docente, pero con contradicciones

Un especialista en análisis de gestos desglosa la presentación que hizo el joven viceministro en el Senado y su cuidado corporal y de vestimenta.
 Por Sergio Rulicki


Modelo K, de Kicillof. A lo largo de la extensa sesión en el plenario de comisiones del Senado, Kicillof tomó el centro de la escena con estilo asertivo y didáctico. Si bien en su entorno había figuras de peso, como De Vido y Aníbal Fernández, él cargó con la responsabilidad mayor del debate. Si bien se lo vio muy activo, trató en todo momento de no alterarse.

Uno de los aspectos más interesantes del análisis que permite la observación científica de la comunicación no-verbal, es el estudio de los juegos de poder en las relaciones interpersonales y públicas. Desde la perspectiva de la psicología transaccional, los juegos de poder presentan sólo tres posibilidades: estar por encima, estar a la par o estar por debajo.

Uno de los ejes fundamentales de la comunicación humana, como la del resto de los animales, es la comparación del estatus relativo entre individuos de un grupo, por lo tanto, cualquier acto comunicacional, sea verbal o no-verbal, y por supuesto, su combinación, constituye un intento de posicionarse estratégicamente respecto de los demás, adoptando alguna de estas tres ubicaciones transaccionales.

Los individuos más dominantes lucharán por permanecer en la posición superior, los más sumisos, aceptarán con menos resistencia ser colocados en la posición inferior, y habrá algunos que buscarán establecer relaciones de paridad con más asiduidad que el resto.

La presentación del proyecto de expropiación de YPF, que tuvo lugar el 17 de abril en el Senado, tuvo como protagonista a Axel Kicillof, cuyo lenguaje corporal, analizado desde la perspectiva de los juegos de poder, es el objeto de esta nota.

En gran parte de su alocución, Kicillof no habla y actúa como lo haría tradicionalmente un político, sino como lo hace un profesor comprometido con la transmisión de una ideología que intenta imbuir en sus alumnos.

Kicillof dicta cátedra utilizando un estilo verbal y no-verbal irreverente. Se presenta mostrando una postura corporal de asertividad, que incluye el torso expandido, la espalda recta, la mirada frontal y penetrante, y una tasa muy baja de movimiento de las cejas, indicadora de autocontrol emocional.

Kicillof se enoja, pero mantiene un tono de voz impostado cuyo volumen aumenta o disminuye en función del énfasis que pone en determinados contenidos.

Complementa esta puesta en escena con la abundante emisión de gestos ilustradores de precisión –dedos índice y pulgar unidos formando un círculo–, y realiza constantes ilustradores de admonición, cuyo sentido es el disciplinamiento de su audiencia –eleva un dedo índice o ambos con un movimiento rítmico, y por momentos, por encima de los hombros, lo que denota una intensidad emocional cercana a la pasión iracunda.

Muestra una gran confianza en el manejo de un discurso sobre el que se posee dominio intelectual y mucha experiencia expositora. Para acentuar su rol dominante, Kicillof también utiliza estratégicamente gestos de haber perdido la paciencia, como si dijera: “¡Con esta gente no se puede! ¡Así no se puede!”, por ejemplo, durante la intervención del senador Morales.

Pero Kicillof, también comete deslices gestuales, posturales y paralingüísticos que traicionan su asertividad, y que son muy interesantes de observar porque aparecen relacionados con contenidos específicos de su discurso.

Por ejemplo, cuando habla de la estabilidad del mercado cambiario argentino, además de introducir una pausa más extensa, lo que denota duda, también eleva las cejas, un gesto que manifiesta haber pasado de una actitud asertiva a una defensiva, y caen sus párpados superiores en señal de tristeza, que podría estar vinculada a la culpa debida a la conciencia de estar faltando a la verdad.

Cuando habla sobre las “reservas récord” de cuarenta y seis mil millones de dólares en el Banco Central, y afirma su suficiencia, primero se enoja contra los críticos y luego realiza gestos que parecen emblemas de ruego –junta las palmas y encoge los hombros, reduciendo así su tamaño corporal–, como si nos pidiera encarecidamente que creamos en lo que nos está contando.

Además, cuando explica el superávit externo, se rasca la sien y pone las cejas en posición de tristeza, gestos que representan duda; también eleva las cejas y frunce la frente, gestos que implican que se ha puesto a la defensiva.

Cada vez que menciona al Estado argentino, Kicillof realiza el gesto inconsciente de señalarse a sí mismo con ambos dedos índices, y los mantiene así, lo que indica una fuerte y genuina identificación como auténtico estatista, pero, aquí aparece una diferencia notable respecto de su jefe De Vido y de Aníbal Fernández, ya que ellos no parecen tener la misma motivación, o no coinciden con las razones que expone Kicillof.

En el momento exacto en que Kicillof se refiere a la necesidad de intervención estatal en el control de las empresas petroleras, la cámara muestra a De Vido realizando un gesto de rechazo que consiste en sacarse una lagaña inexistente de la comisura del ojo, acompañado de la elevación de una sola ceja, gesto que constituye una manifestación de escepticismo. Llamativamente, Fernández realiza el mismo gesto de rechazo que De Vido, pero además su mirada es de temor.

Quisiera completar este análisis incorporando una dimensión diferente que también forma parte de la comunicación no-verbal. El acicalamiento es un tipo fundamental de comportamiento animal, relacionado, por ejemplo, con el cuidado de las plumas que se prodigan a sí mismas las aves, o del pelaje, en el caso de los monos y los humanos.

El significado de este término, de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, es: “pulir, adornar, aderezar a alguien, poniéndole afeites, peinándolo, etc.”, y también: “afinar, aguzar el espíritu o las potencias”.

Los estilos de acicalamiento humano incluyen la depilación de ciertas partes del cuerpo, como las cejas, las axilas y las piernas de las mujeres, y el afeitado o recorte cuidadoso de la barba y el bigote de los hombres.

El estudio del acicalamiento incluye la moda, el uso de maquillaje, los tatuajes, etc., y es importante debido a que conlleva profundos significados simbólicos. El conjunto de actos que lo componen recibe el nombre de “comportamiento diacrítico”.

Un signo diacrítico es un signo gráfico que confiere un valor especial a los signos escritos, por ejemplo, la tilde diacrítica, que entre otros usos, sirve para diferenciar palabras que se escriben de la misma forma pero tienen significados distintos, por ejemplo la palabra “té” (con acento), que refiere a la planta y la bebida, y la palabra “te” (sin acento), que designa al pronombre y a la letra: “Voy a prepararme un té y te voy a contar un secreto”.

Resulta llamativo que el diario inglés Financial Times, en un artículo publicado el 18 de abril último, presenta a Axel Kicillof a sus lectores destacando en la misma oración que su ideología es marxista, y que su estilo de acicalamiento incluye “patillas estilo Elvis” (“The young Marxist deputy economy minister with the Elvis sideburns ...”).

Se trata de patillas que dentro de nuestro universo cultural responden a la moda imperante en los tiempos de la guerra de la independencia (San Martín y muchos otros próceres usaban patillas), y en tiempos mucho más cercanos, al arquetipo de Sandro, y al estilo de arreglo personal masculino que predominó en los años 70.

* Doctor en Comunicación Social y Licenciado en Antropología. Autor de los libros Comunicación no Verbal y Detective de Sonrisas. Endorser científico del lanzamiento regional de la serie Lie to Me.


  

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