miércoles, 29 de mayo de 2013

medios


MEDIOS Y COMUNICACION

Más política

Lucía Caruncho asegura que no es la comunicación la que está en crisis, sino la capacidad del régimen democrático para representar políticamente a los sectores excluidos.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Lucía Caruncho *

La diversidad de grupos sociales e identidades, la multiplicidad de demandas, reivindicaciones e intereses, sumadas a un creciente proceso de especialización y diferenciación en todas las áreas de la vida humana, evidencian la heterogeneidad de las sociedades latinoamericanas, donde pensar lo político en términos de consentimiento discursivo implica desconocer a igual tiempo las diferentes ideas, valores y creencias, políticas, sociales y culturales.

Por eso, más allá de las preferencias individuales en torno de las formas comunicacionales de los líderes políticos, que no asuste la verborragia, ni la elocuencia, que asuste su ausencia. Porque cuando las voces se apagan, la diversidad se esfuma y la palabra política es única, lo que está acallando es una dimensión importante de la vida cívica.

Lo dicho no intenta conspirar contra la paz pública ni igualar la discusión política a la mera confrontación, lo que se dice es que las libertades democráticas agitan siempre el orden establecido. Por eso, en tiempos donde el conflicto mediático está de moda, el filo de los discursos políticos despierta corazones adormecidos y moviliza por igual a seguidores y detractores.

Pero si bien los medios de comunicación juegan un rol imprescindible al expresar intereses sectoriales y visiones del mundo, se trata de una representación mediática reducida a ella misma, es decir, da cauce y visibilidad a las demandas sociales en la comunicación y no en la política. Lo que pone en peligro la calidad democrática no es, como se sugiere, la crispación, el personalismo ni el sentimentalismo discursivo, la democracia peligra cuando existen sectores de la población huérfanos de representación política.

Es que la comunicación es sólo una de las dimensiones necesarias para la constitución de un régimen democrático. Cuando la palabra no se activa en acciones y en instrumentos normativos, muere no sólo la esperanza, sino también la posibilidad real y concreta de absorber políticamente las transformaciones socioculturales, potenciar la expansión de la ciudadanía y generar las condiciones necesarias en pos de la equidad e igualdad de oportunidades. Es la representación democrática la que está en juego, por tanto son los poderes políticos y el sistema de partidos los principales responsables de tomar decisiones que potencien y fortalezcan el proceso de democratización.

No basta el diálogo para derrotar la vejación de los derechos humanos. Palabras como bien común, salud, seguridad, inequidad, justicia social, inclusión, se repiten a diario, y más allá de las repercusiones que tienen en el fuero íntimo de cada uno, para que la disposición actual de cosas cambie se necesita además, y fundamentalmente, un apartado político capaz de hacerlas viables. Porque la democracia no muere ante la existencia de conflicto, muere cuando no es posible trasladar esas cosmovisiones y esas luchas al sistema político. Esto se vuelve un importante desafío, al considerar bastos sectores de la sociedad ensimismados en la comunicación y enajenados de la política, políticos más mediáticos y menos representativos, y unas instituciones con incentivos cada vez más particulares y menos colectivos.

Por eso es necesario dar cuenta de la realidad sin tapaduras ni máscaras, reconocer los negocios mediáticos, los intereses políticos, los vericuetos legales y jurídicos, para reconstruir, a partir de allí, un engranaje más transparente y democrático, que otorgue forma legítima a los juegos del poder político, con el objeto de garantizar la gobernabilidad democrática.

No cabe duda de la imperiosa necesidad de reclamar una ciudadanía más activa y abarcativa, instituciones de representación colectiva y partidos políticos que logren sobrevivir a las elecciones de turno. Un Estado que genere mecanismos de participación ciudadana, acorde a las necesidades y cambios comunicacionales y culturales, y un poder político en mayor relación con las organizaciones sociales, catalizadoras de cambios y moderadoras de conflictos.

La tarea involucra no sólo a ciudadanos, intelectuales, académicos, investigadores sociales y gobierno de turno, sino también, y, forzosamente, a la oposición partidaria, porque hacerse cargo implica salir de la mera operación discursiva para pasar a la acción política.

No es la comunicación en sí misma la que está en crisis, sino la capacidad del régimen democrático para representar políticamente a los sectores excluidos.

* Maestranda en Ciencia Política y Sociología (Flacso).

MEDIOS Y COMUNICACION

McGuffin

Sostiene Marta Riskin que en el mundo del entretenimiento, los McGuffin resultan artilugios divertidos que apartan la atención de la trama principal, pero cuando se usan para manipular la opinión pública son miserables.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Marta Riskin *

“Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro ‘¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?’. El otro contesta: ‘Ah, eso es un McGuffin’. El primero insiste: ‘¿Qué es un McGuffin?’, y su compañero de viaje le responde: ‘Un McGuffin es un aparato para cazar leones en los Adirondacks’. ‘Pero si en los Adirondacks no hay leones’. le espeta el primer hombre. ‘Entonces eso de ahí no es un McGuffin”’, le responde el otro.”
François Truffaut,
El cine según Hitchcock

Guiones

En el mundo del entretenimiento, los McGuffin resultan artilugios divertidos que apartan la atención de la trama principal. Cuando se usan para manipular la opinión pública son miserables.

La sucesión de microguiones distractivos que empantana, desde octubre de 2009, la plena aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) defiende un único núcleo narrativo: “El Estado debe entregar la custodia de los derechos ciudadanos a los grupos corporativos y la agenda pública a los monopolios de los medios de comunicación”.

El resto es espectáculo, un largo show de cortometrajes que oscurece el alcance de las redes de privilegios y la importancia estratégica del negocio.

Quienes hacen de la política un vodevil y crean “consenso” amuchando espectadores con anzuelos emocionales suelen reconocer cuando la redundancia de miedos e incertidumbre en los libretos aburre hasta a su audiencia más fiel... aunque la carencia de obra sólo les permita producir cambios de escenografía o reparto.

Buscando elenco

La sustitución de intérpretes secundarios, aquellos que mudan de parlamentos ideológicos como de vestuario, por otros más dignos y talentosos, desnuda los aprietes usuales de la sección “Espectáculos” del monopolio sobre los profesionales, cuyos oficios dependen de la visibilidad pública.

Suele bastar con la reedición de algún reportaje, convertir las opiniones en injurias y una difusión que incluya a la víctima, defendiendo su discurso original.

Estas ficciones se multiplicarán en discusiones y serán recicladas como disparadores para nuevas y similares series.

Si la captura de espectadores distraídos no fuese la única finalidad de estas operaciones, podría imaginarse que otro objetivo sería dividir a los sectores progresistas para impedir debates significativos y proyectos comunes.

Protagonistas

En tiempos electorales, la competencia por cuotas de pantalla exige lealtad al código funcional del medio concentrado, pero obliga al candidato a contradecir sus más tiernas frases proselitistas.

El Próspero posmoderno, consentiría Fernández Retamar, respeta la lógica según la cual el pueblo gobierna a través de representantes de las corporaciones mediáticas y, por eso, participa con reveladora anticipación del casting para suplentes del círculo de Lampedusa, adonde se mienten cambios para que nada cambie.

Ya no se trata de pobres cómicos de la legua preservando arte o pan cotidiano, sino de aspirantes, incluso muy jóvenes y con disfraz transgresor, a la representación ciudadana y, por ello, asumen pleno compromiso del daño que ocasionan al renegar del poder transformador de la Política.

Cortometrajes

Cuentan, Nerón cantaba “El saqueo de Ilion” durante el incendio de Roma.

Luego, culpó a judíos y cristianos y desarrolló su plan urbanístico.

La destrucción de los Talleres del Borda posee similitudes de guión y autores parecidos.

La película está destinada a audiencias con hábitos de consumo previamente condicionados; el “Centro Cívico” oculta el nudo inmobiliario de la trama, las guardias pretorianas ejecutan la brutal represión, periodistas incluidos, y la responsabilidad se elude con un DNU a favor de la libertad de expresión.

El McGuffin se repite en Córdoba

No es casual si se recuerda el fallido cierre de antenas de TDA que impedía la difusión de contenidos gratuitos de TV en HD y, de paso, perjudicaba al proyecto de TV abierta, desarrollado y fabricado por la Industria Nacional.

Cabe destacar que la orden del gobierno provincial atentaba también contra el esfuerzo de empresarios y trabajadores, cordobeses incluidos, por reconstruir el prestigio de la industria tecnológica argentina, usando un argumento ambiental.

Tampoco es nuevo que ciertos ecologistas descarten los riesgos graves de contaminación y concentren sus cruzadas sobre productos y tecnologías vernáculos. Valga el ejemplo de aquella campaña contra la adjudicación australiana del Reactor Atómico Argentino al Invap, que favorecía, por omisión, a sus competidores internacionales.

Como diría Aída Bortnik, se puede vivir una larga vida sin aprender nada, pero es más difícil si usamos la memoria. “Hagamos una lista.” Las viejas historias sirven para identificar fallutos, cretinos y McGuffins.

* Antropológa Univ. Nacional de Rosario.

 

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