domingo, 30 de junio de 2013

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El trágico final de un chico de República de la Sexta al que la droga empujó al delito

Franco Pereyra tenía 17 años, iba a la escuela para alejarse de las adicciones y la noche del martes murió baleado por una agente federal a la que intentó asaltar con un amigo que huyó.


El joven cayó muerto en Chacabuco, entre Pellegrini y Cochabamba. (Foto: M. Bustamante)


Por Claudio Berón / La Capital
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El miércoles pasado el salón de fiestas de Esmeralda al 1900 había cambiado su cara. Dentro de un cajón entregado por la Municipalidad estaba el cuerpo de Franco Pereyra, el chico de 17 años que horas antes y muy cerca de allí había muerto bajo una bala disparada por una agente de la Policía Federal. El pibe se crió en ese barrio, tenía una novia adolescente como él y amigos que logró en las calles de "La República de la Sexta". Era el segundo de siete hermanos y vivía con su mamá, Natalia, quien junta el peso con magros trabajos y subsidios estatales. Ella se anotó en una escuela nocturna para estar cerca de Franco y así terminar juntos sus estudios primarios. Era el camino para alejarlo de sus adicciones. Pero no pudo.
La noche en que Franco murió, los amigos dicen que estaba "muy empastillado" y no alcanzó a correr cuando la suboficial ayudante Ariadna A. le disparó a corta distancia y al pecho, para impedir que el pibe y un amigo la asaltaran. Pero en el barrio cuentan que la policía confundió al menor con otro chico y que Franco nunca intentó robarla.
El barrio, conocido como "La Siberia", es un territorio bordeado por Pellegrini, Necochea, Riobamba y la barranca que cae sobre avenida Belgrano. Allí, casi sobre la avenida que bordea el río, hay una villa desde hace más de 50 años. Perros, basura y miseria se juntan a pocos minutos del Monumento a la Bandera.
"El pibe no era malo. Es que la droga puta esta les rompe la cabeza. Lo conozco de chiquito a Franco, nunca estaba armado", comentó un vecino que acumula experiencias de años en esas calles.
Versiones. La crónica de la noche del martes, día en que mataron a Franco Pereyra, tiene distintas versiones. Pero todas terminan igual: una mujer policía desenfundó su arma y tiró, al menos una vez, hacia un menor presuntamente drogado que no pudo escapar de la muerte.
El parte policial confeccionado esa noche a partir de declaraciones de la agente Ariadna A., de la delegación local de la Policía Federal, es casi de protocolo. Dos muchachos intentaron robarle su cartera y la apuntaron con un arma cuando bajaba de un taxi en Chacabuco al 1700, lugar donde vive. Uno de ellos tenía una pistola calibre 45, le gritaron, ella se identificó, sacó su arma y le disparó a uno, el otro huyó.
También se cuenta que los muchachos recorrían el barrio para robar algo, rastreando como se dice en la jerga. Que uno llevaba un arma y que ya habían intentado robar a unos pibes en Chacabuco y Pasco. Pero como no pudieron fueron hacia el lado de Pellegrini y minutos después los atrapó la muerte.
Un chico que esa noche estaba en la esquina de Cochabamba y Chacabuco conocía a los dos muchachos que interceptaron a la joven policía. Al cronista le contó entre dientes: "Franco estaba reempastillado. La mujer le dijo que no corriera, pero él no se podía ni parar y la mujer le disparó". Un minuto después otro chico entró en escena, se acercó al cuerpo de Franco, lo tocó y le preguntó: "Caconi, ¿estás bien?". Pero Franco ya no respondió.
Otra versión sostiene que Franco caminaba por Chacabuco, desde Pellegrini hacia Cochabamba, y que al pasar frente a la mujer policía ésta lo baleó al confundirlo con uno de los ladrones que habían intentado asaltarla poco antes. Eso dicen amigos de Franco y lo aseguran, además, las mujeres que lo vieron crecer: su madre, su tía y su abuela.
Incluso, dicen que los ladrones sólo tenían un arma que jamás fue disparada ni apareció en el lugar. "No sabemos si fue Franco o no. Lo que es seguro es que él nunca llevó un arma encima. A veces podía arrebatar una cartera cuando estaba drogado, pero nunca calzó un fierro. El otro tenía una réplica, un arma falsa, por eso nunca disparó".
Desarmado y lejos. En los primeros momentos los vecinos y amigos que se acercaron a Chacabuco y Cochabamba creyeron ver que, a un costado del cuerpo del chico, un policía plantaba una mochila con un arma. Pero ni en el acta policial ni en la denuncia que tiene el abogado de la familia de Franco aparece una mención a la pistola. Nunca existió. El pibe estaba desarmado y quien pudo haber tenido el arma huyó entre la noche y los tiros.
Según las voces callejeras de "La Siberia", Franco estuvo por lo menos en tres lugares distintos a la misma hora en que cayó muerto en pleno asfalto: en la casa de un amigo tomando un chocolate, en su casa con su madre y en la esquina charlando "con los pibes".
Esa noche, cuando sólo se escuchaba el sollozo ahogado de la madre de Franco, un vecino sostuvo la lógica más cruda: "Era cantado que esto iba a pasar. Los pibes hacen macanas y en el barrio viven muchos policías. A alguno lo iban a matar. Están drogados y no distinguen".
Mujeres. "Era un hijo estupendo. Esa noche me dijo: «Mami, acá tenés plata, 20 pesos, hace la comida que yo ya vengo». Eran tipo 21.30 y salió. Después me avisaron que lo habían matado", recordó Natalia, madre de otros seis chicos, de los cuales uno tiene 18 años y los otros son menores que Franco. La mujer vende artesanías de porcelana fría y subsiste por medio de planes sociales. "Es madre y padre a la vez", cuentan sus vecinas con orgullo.
La noche del hecho, la agente Ariadna A. volvía a su casa desde la facultad donde cursa el 2º año de abogacía. Oriunda de Jujuy, hace un año que está en la delegación local de la Policía Federal. Sus allegados sostiene que está "destrozada por lo ocurrido, que llora por el chico muerto y no sabe qué hacer. Es una chica excelente, con una foja de servicios intachable. Es sana". Hasta las últimas hora del viernes estaba libre.
En tanto Marcos Cella, abogado de la familia Pereyra, no dudó en calificar el hecho como "brutal". Y dijo: "Estamos hablando de un menor indefenso, sin armas y posiblemente drogado. Esto muestra la mala formación de estos policías que ante cualquier incidente disparan a matar".
Ahora vendrán la espera, los trámites y las largas jornadas en el juzgado. Ya no será el tiempo de Franco ni de su victimaria. Ese tiempo para ella entró en un laberinto de sombras y para el chico ya terminó.

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